
Télam Buenos Aires, 20/05/2010 Miles de personas que representan a las comunidades originarias marchan hacia el Obelisco por la avenida 9 de Julio para dar a conocer sus reclamos y marcar su presencia en la celebración por el Bicentenario. Foto: Raú Ferrari/Télam/cl
Por: Juan Manuel García Escalada (Docente, Psicólogo Social, Sexólogo Social)
“Somos también una historia”
Autor Anónimo
En cierta ocasión ante un reportaje, Peteco Carabajal (canta-autor santiagueño) responde a la pregunta, dónde prefiere ir de vacaciones, y da a entender: “Si vivo en Buenos Aires… en el extranjero. Si estoy viviendo en Santiago del Estero… en nuestro Misky Mayu (Río Dulce)”.
Como país que se desarrolló mirando hacia afuera del territorio, a través de la influencia centralista de ese unitarismo no superado, y con ejemplos actuales vacuos de cierto cordobesismo que se asemeja más a ensueños quiméricos, se cuela una interpretación distorsionada sobre lo que son la identidades regionales y sociales que terminan por poner antagonismos en los debates y que pierden la orientación de lo real en las conversaciones: La integración de todos y con todos en una confluencia que enriquezca y fortalezca la identidad nacional.
La canción que el cantautor argentino Lito Nebbia compuso y en que hace referencia en su letra a nuestro origen social y cultural tiene una cierta y velada ironía a nuestra creencia de superioridad sobre los demás países de América. No es menoscabo a los restantes. Es una crítica hacia nosotros.



El presidente Alberto Fernández tuvo un fallido en su alocución ante el presidente de España, no expresó de modo claro, en lo conceptual, en referencia a las diferencias integradoras que dan identidad. Y los asesores, consultados o no, no pueden escapar a ese modus operandi en cuanto a la visión construida de país blanco-europeo. Miradas instaladas tanto en oficialismos de turnos, como de oposiciones alternas.
Hay en nuestra ciudadanía un inconsciente colectivo que separa, ignora, las identidades anteriores a la llegada de la conquista-colonizadora de Europa. Cuyo incipiente puente hacia el nacimiento del capitalismo, negó, agredió, subyugó los misterios que los habitantes de estas tierras tenían en su diálogo con el cosmos. Y que 500 años después se va descubriendo y aceptando esos misterios que les permitía equilibrar existencia y naturaleza.



Aprendizajes por partida doble
Dos anécdotas de mi parte. Estaba en una redacción de un medio importante en Baires y dos colegas (mujer-varón) ella de Capital Federal y él tucumano, conversaban. Había cierta “distancia” de ella hacia el colega; hasta que, en un momento de la conversación, ante la mención de él, hablando sobre su derrotero personal, cuenta de su vida en Suecia, y si bien había sido una experiencia que le había permitido conocer toda Europa; su país, en su corazón, era más fuerte. En ese instante se produjo en ella un cambio instantáneo. Ya no era el provinciano. Era alguien a quién prestarle atención. Lo miró con otros ojos. ¿Qué cambió?
Dos: Dialogaba con un colega, y hablábamos de los caminos internos de cada humano en la vida. Y la amabilidad para con el otre, pues todos tenemos nuestras “batallas” interiores. Luego de un transcurso en la conversación, él dice: “no pensé que fueses tan interesante para charlar”. Ante mi pregunta sobre por qué lo creía así, me respondió que como era del interior… hizo un gesto como de… no me lo imaginaba.
Estos casos son ejemplo de esa cultura del hombre blanco venido en los barcos y que se ha impregnado sobre todo en los ciudadanos porteños (del puerto) que miran al afuera en su horizonte, y que se encarnó en la clase media argentina. Y que sutilmente se fue expandiendo aun en nuestras provincias. Es el desmérito hacia lo nuestro, nuestros orígenes, nuestros intercambios.



Oportunidades a la vista
Veamos qué encontramos en nuestros espacios historio-geográficos y qué se desconoce.
Y qué, en los programas de educación, para mostrar a las nuevas generaciones de educandos. En el último censo realizado en nuestro territorio hablamos de una gran población “aborigen” (ojo con lo de aborigen) que se encuentran en todo el país. Pueblos como Aymará, Chané, Charrúa, Chorote, Comechingón, Diaguita, Guaraní, Mocoví, Ona, Quechua, Pampa, Sanavirón, Tehuelche, Toba (Qom), Vilela, Wichí, y tantos más. Permanecen en la desconsideración social. Sin integrarlos. Con una cultura que se desconoce.
Ellos siguen intentando integrar (frente a un capitalismo que los rechaza) el macro con el micro mundo universal, en armonía, con la naturaleza, a quien han rendido siempre honores y respetos. Esa naturaleza al decir de Galileo Galilei (astrónomo, ingeniero, físico, filósofo, 1564-1642) “es un libro que hay que saber leer”.
Ningún gobierno ha tenido políticas integradoras de esas experiencias, desdeñadas por la “cultura blanca”. Bien que sus miradas pueden aunarse para descifrar lo que nosotros denominamos “lo científico” de la ciencia nuestra. En las diferencias, encontramos respuestas.
Debemos, si somos una sociedad adulta, comprender el gran debate que se necesita sobre esta discriminación de hace más de 500 años que los pueblos originarios vienen padeciendo.