Una Cooperativa nunca es trampa ni trampitas: Es servicio… ¡o no es!
A propósito de las infortunadas declaraciones del presidente de la Asociación de Cooperativas Argentinas, Rubén Borgogno.

Por: Prof. Dr. Roberto Bertossi (Experto Coneau; Docente e investigador universitario).
Jurídica e institucionalmente, debe entenderse a la cooperativa como una empresa de servicios; universalidad material e inmaterial, trasuntada en una entidad socioeconómica por una mancomunidad de personas e intereses específicos y en una región determinada.
La empresa cooperativa se fundamenta a partir de los principios cooperativos que informan la constitución y la vida de las cooperativas, en la doble concepción de éstas: como sujeto del derecho y como empresa u organización de necesidades, aspiraciones, posibilidades, oportunidades e intereses comunes.
Estos principios son: Membresía Voluntaria y Abierta, Gestión Democrática (no corporativa), Participación Económica de los Asociados, Autonomía e Independencia, Educación, formación e información cooperativas e Interés por la Comunidad.
Condicional y determinantemente, según el grado de compromiso de cada cooperativa con los mismos, tal será su grado de pureza o impureza; de legalidad e ilegalidad.

Contradictorio
De modo tal, no podemos menos que repudiar y denunciar públicamente las expresiones anti cooperativas, vertidas en la víspera por el presidente de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), Rubén Borgogno.
“Tenemos algunas trampitas, como dar algunos créditos a las cooperativas asociadas a la mitad de la tasa, pero son métodos que acordamos para convencerlas de comercializar con la ACA”, legitimó Borgogno.
Fatal confesión e inmolación literal de Borgogno, vertida desde sus entrañas, cual elogio del exabrupto en pleno siglo XXI, en concordancia con el pensamiento anacrónico e inhumano del filósofo inglés del siglo XVIII, Thomas Hobbes “El hombre es un lobo para el hombre”.
En efecto, la frase fue utilizada por el filósofo inglés en su obra El Leviatán, para referirse a que el estado natural del hombre lo lleva a una la lucha continua contra su prójimo; natural y proverbial congruencia filosófica antropofágica.

Pero, en nuestro caso, ninguna cooperativa, ninguna en cuanto tal, admitirá que el hombre (varón o mujer) asociado, sea un lobo para otro hombre; irrelevantemente de su asociatividad objetiva positiva o pertenencia subjetiva negativa a la cooperativa de que se trate; esto independientemente del principio cooperativo imperante: “interés por la comunidad”.
Todo lo contrario, Borgogno sin perjuicio de sus corresponsabilidades por malas praxis institucionales cooperativas y corporativas (entre ellas, conformación indirecta anti ética del directorio del Instituto nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), ignora supinamente que, jurídicamente, cada cooperativa es una empresa de servicios constituida libremente, por personas inspiradas en una recíproca solidaridad, a partir del esfuerzo propio, la ayuda mutua y con el objeto de brindarse ayuda recíproca, sin trampitas, intermediarios ni fines de lucro.
Tampoco hay “ganancias cooperativas”; sólo hay “excedentes cooperativos” pero siempre repartibles.
¡Cuánto menos un devorarse los unos a los otros!

Distintas pero iguales
Conclusivamente, cada Cooperativa se organiza, estructura y clasifica, generando escalas en términos de poder de compra o de venta, de usos, de consumos y realizaciones responsables, mediante la prestación de servicios cooperativos “desmercantilizados”.
Reuniendo y ensamblando energías y necesidades humanas afines, recursos y expectativas complementarias, encauzándolas tanto hacia el bienestar personal como cooperativo y, también, al interés y al compromiso por la comunidad circundante; pero siempre con la teleología propia de auténticas prácticas cooperativas transparentes, no lucrativas; sin armadijos.