29/03/2023

¿Será tan necesario espejarse?

Hasta ahora, lo que vimos que el coronavirus generó en otros países y estaciones terminó ocurriendo acá cuatro meses más tarde. ¿Será evitable?

Muchas comunidades latinoamericanas hemos demostrado una capacidad única para “copiar” lo malo que ocurre en el resto del mundo, especialmente en lo que a pandemia se refiere.

No hemos tenido reflejos, hasta acá, para diferenciarnos en las fases de contagio ni en las “olas”. Quizás el primer año podía entenderse porque todos íbamos aprendiendo junto al virus, pero ahora contamos con información y herramientas como para probar cosas diferentes.

Todo el mundo habla de la dificultad para frenar la cadena de contagios con la variante Delta y de las marchas atrás que han tenido que dar varios países que invitaron alegremente a sus poblaciones a abandonar el uso de barbijo.

Uno ya tiene claro que puede prescindir del barbijo en actividades al aire libre cuando no tiene multitudes alrededor y que debería ponérselo si le toca asistir a un evento o lugar en el que hay mucha gente, no hay ventilación cruzada, o se está en lugar cerrado, o sin la distancia suficiente.

Y ni hablar si te encontrás en un lugar con gente que no es de tu entorno habitual o de tu círculo estrecho y de la que no sabés cuáles podrían haber sido sus intercambios recientes.

Sin que haya una ley, DNU, u ordenanza que te lo obligue deberías ponértelo porque hace que corras menos riesgo.
Tampoco es necesario recordarle a nadie lo angustiosos que fueron todos esos meses de encierro, de actividades restringidas o prohibidas, y de nula vida social.

Para poder mantener todas las flexibilidades ganadas, tenemos que usar la inteligencia, ver en qué fracasaron los otros países y adelantarnos, por una vez, para no cometer los mismos desaciertos y equivocaciones.

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