

Desde febrero de este año está en marcha la construcción del primer módulo de la primera biofábrica de insectos que tendrá Argentina, gracias al impulso emprendedor de Julien Laurençon y François Nolet.
Son el francés y el belga que vivieron entre nosotros durante algunos años mientras desarrollaban proyectos de Economía Azul, Circular, o de Triple Impacto.
En Chacra de Luna, sin ir más lejos y gracias a la generosidad de la familia Uanino, parieron el más ambicioso de los proyectos que fue convertir desperdicios alimenticios en productos protéicos y biofertilizantes.
Así nació Procens que con aquel prototipo desarrollado sobre la calle Pedro Patat Sur de Colonia Caroya llegaron a la firma Mc Cain y a un contrato por siete años para procesar 50 toneladas diarias de cáscara y bastones defectuosos de papa.
Y, no conformes con ese desafío, fueron buscando nuevos mercados y alianzas estratégicas.


Compromiso ambiental
Julien y Fran no te dicen que van a cuidar el planeta, lo cuidan. Y te lo demuestran con discursos y con acciones.
Van haciendo casi al mismo tiempo en que te dicen que van a hacerlo. Y tienen por estos días entre manos un desafío gigante: crear una industria no tradicional que alivie el enterramiento sanitario y, en paralelo, genere oportunidades de negocio.
¿Cómo? Parecido a la lombricultura, pero más eficiente y más rápido. En resumen, crían la mosca soldado negra, cuya larva es capaz de aumentar 4000 veces su tamaño en poco tiempo. ¿Cómo? Alimentándose de desperdicios alimenticios.
Y que se entienda bien. Hablamos de restos de comida que irían a parar a la basura, aumentando los volúmenes de enterramiento, y de restos comida que no entraron en estado de descomposición.


Esa larva sirve en sí misma como alimento para otros animales, o puede convertirse en dos subproductos: una harina y un aceite proteicos.
Y algo más. Esta industria no deja restos porque lo que en una industria tradicional sería un residuo en ésta se convierte en fertilizante que puede volver a nutrir los suelos de los campos.
En poco más de tres años, la empresa quintuplicó su valor de mercado y pasó de tener dos integrantes a 15.
Para septiembre deberían estar procesando cinco toneladas diarias de desperdicios y entre 2023 y 2024 elevar esa cifra a cien toneladas diarias.


Generar confianza
El dinero para semejante apuesta provino, valga aclarar, del apoyo de inversores nacionales y extranjeros. En la segunda ronda de inversores, de hecho, consiguieron recaudar 294,8 millones de pesos.
“Seremos la primera biofábrica de insectos en el país y vamos por más. Para 2024, el objetivo es finalizar la expansión de esta primera unidad para procesar 100 toneladas de desperdicios alimenticios por día, produciendo 2000 toneladas de harina proteica, 500 de aceite y 8000 de abono por año. Y rápidamente empezar a replicar plantas en Argentina y otros paises de Latinoamerica”, se entusiasma Nolet con razón.