

Que quede claro: Hasta no hace mucho, las mujeres tenían los peores puestos de trabajo y salarios, recibían la peor parte de las herencias, eran obligadas a asumir la totalidad de las cargas laborales en la casa, y tenían que entregarse abnegadamente a la crianza de los hijos.
Y como si esto no fuese suficiente, una porción de ellas era víctima de abusos intrafamiliares y estaba obligada a guardar silencio sobre eso porque, seguramente, “algo habían hecho”.
El feminismo no es más que una reacción frente a tanta injusticia y comprende militancia política (partidaria o no) porque mucho de lo que hay por cambiar hay que cambiarlo con nuevas leyes y reglas de juego.
Y frente a la injusticia, por lo general, se reacciona con virulencia. Salvo Gandhi y unos pocos pacifistas como él, la mayoría reacciona con enojo, bronca, exteriorizando las emociones encontradas que genera.
Hay hombres que le exigen a las mujeres una reacción mansa y casi virginal a las injusticias históricas padecidas.
Creen que un pedido de disculpas debería remediar la magnitud de las injusticias sufridas durante siglos.
Y así como el péndulo estuvo totalmente del lado del “patriarca” o del “macho de casa”, hoy pareciera que se corrió al extremo contrario.
Por eso, casi ninguna mujer te festeja un chiste machista, u homófobo. Casi ninguna excusa se tolera. La convivencia está seriamente cuestionada, en definitiva, casi todos los valores y modelos precedentes viven una crisis que parece terminal.
Pero crisis no significa otra cosa que “oportunidad” y de este pendular entre los extremos vamos a salir con aprendizajes nuevos y, ojalá, edificantes para la convivencia familiar y social. Aunque hoy parezca misión imposible, un equilibrio es claramente conseguible.