

A mediados del año pasado, Mirtha Ledesma fue contactada por la Fundación El Telar a la que le contó el motivo de sus desvelos: soñaba con tener su propio techo.
El Telar es un proyecto de fundación que craneó el médico Diego Almada y con el que buscan asistir con materiales de construcción a personas en situación de vulnerabilidad social.
En aquel tiempo, había plantado los cimientos de la casa y estaba a la altura de la capa aisladora. A todas luces, la empresa parecía titánica, extremadamente difícil, al límite de lo imposible.
Pero resulta que para Mirtha la palabra imposible no existe y hay que remitirse a los ejemplos para darle la derecha. Pero mejor empezar por el contexto para poder entender esta historia.
“Todo se puede. Hay que poner metas nomás, esfuerzo, trabajo. Lleva tiempo, pero se puede”, cuenta la mujer para comenzar.
Mirtha y sus numerosos hermanos crecieron en Quilino junto a sus padres. Su padre era hachero y se volvió adicto al alcohol. De más está agregar lo que eso le generó a la familia.
Y aunque asegura que llegó a odiar a su padre, por lo que les hizo padecer, estuvo al pie del cañón durante sus últimos años de vida y saldó cualquier deuda que hubiera quedado pendiente.


Otro futuro para los hijos
Mirtha reconoce que solo aprendió a leer, escribir y sumar y que esos aprendizajes los hizo por fuera del circuito formal de la educación.
Pero para el futuro de sus cuatro hijos pensó en algo superador a su propia experiencia y trabajó el doble para poder darles la oportunidad.
Por eso, señala con orgullo que una de sus hijas hizo carrera en Gendarmería, que su otra hija viene de recibirse de radióloga, y que uno de sus hijos trabaja.
“Me sacrifiqué para que todos terminen la secundaria porque yo ni pude terminar la primaria. Quería que mis hijos tuviesen un futuro mejor que no la tuviesen que pelear tanto como yo desde los 10 años”, cuenta.
Actualmente, Mirtha tiene cuatro trabajos a los que concurre en bicicleta desde su casa en Sierras y Parques. Uno de ellos es en Sinsacate y el otro en un comercio de la ruta 9. Pedalea alrededor de 15 kilómetros por día con sus 60 años muy bien llevados.


La casa que viene levantando no es, precisamente, pequeña. Tendrá dos dormitorios, un baño y un comedor grande: “Me quería hacer la casa de mis sueños, para poder moverme de un lado para el otro, con dos dormitorios para cuando viniera mi hija (una vive en Buenos Aires) tuviese donde recibirla. La hice como yo quise”.
A todo esto, aquella casa que estaba a la altura de cimientos hace un año y medio, ya llegó a la etapa de techado. Y Mirtha se prepara para la “losa” en los primeros días de enero. Promete que, como corresponde, habrá asado ese día. A mitad del año que viene, ya se imagina viviendo en su nueva casa.


En honor a su mamá
“Mi mamá me decía ‘de todos tus hermanos sos la que saliste como yo, soñadora, por tu casa propia’ y me alentaba a que siguiera”, revela Mirtha que acaba de perder recientemente a su madre después de una penosa enfermedad.
“Voy a terminarla porque mi mamá me daba fuerzas cada vez que iba. Ella me decía que contara con ella si necesitaba una mano, pero yo le decía que iba a poder sola y así llegué”, agrega esta luchadora.
Dice que piensa trabajar hasta los 70 y recién después de eso se va a sentar afuera de su casa a descansar y a “chusmear” lo que pasa en el vecindario.