Nostalgia de un pasado tan reciente
La pandemia del coronavirus vino a cambiar definitivamente nuestra forma de vernos en relación a un pasado demasiado próximo.

El nostálgico incurable espera cualquier atardecer para “regodearse” en su tristeza. Aprovecha esos momentos para bucear en su pasado que siempre parece mejor, congela momentos felices de un tiempo en que el entorno y la situación conspiraban para ser felices.
El nostálgico -o la nostálgica- incurable era, hasta esta pandemia por coronavirus, alguien que prefería anclarse a una etapa de su vida lejana: niñez, adolescencia y juventud, preferentemente.
Pero los prolongados momentos de aislamiento, distanciamiento, restricciones, y confinamiento parecieran haber alumbrado una nueva categoría de nostalgia: la de un pasado reciente.
Porque, independientemente del cumplimiento o incumplimiento de lo que dispusieron en el mundo los diferentes gobiernos, a todos la pandemia les ha implicado privarse de mucho.

La nostalgia de un pasado reciente se les aplica a quienes, viviendo relativamente cerca de amigos o familiares, hace más de un año y medio que no se frecuentan.
Y no ha podido hacerlo por los impedimentos de circulación, pero también por “conciencia”. Personas que no han querido poner en riesgo a sus familiares mayores de edad.
Tienen nostalgia de un pasado reciente quienes han dejado de compartir reuniones sociales -los asados o las comi- ditas entre amigos, por mencionar lo más común-.
Y los nostálgicos de un pasado reciente vienen añorando participar de un recital o un festival masivo, o una ida a la cancha a ver al club de sus amores.
Ni hablar de los “cariñositos”, quienes acostumbran a saludar con abrazo de oso y beso porque han tenido que resignarse a un mezquino saludo de codo o de lejitos.
Ojalá que esta nostalgia dure poco, que se reanuden los reencuentros y que este tiempo sea tiempo de aprendizajes.