

Por: Diego Almada (Médico pediatra, integrante del Centro de Operaciones de Emergencias [COE] central)
Esta frase le pertenece al director de la OMS y fue una exhortación a los líderes globales del planeta tras el análisis de las experiencias aprendidas y la amenaza vigente de la pandemia por Covid-19, este virus micrométrico que ha puesto en evidencia nuestra humana esencia, acercándonos al “fracaso moral catastrófico” y a la denodada entrega de los denominados “esenciales”, en las quiméricas trincheras, de esta desigual batalla.
No hay dudas de que la cobertura universal de salud debe ser la máxima prioridad en la respuesta a dicha amenaza, que los pilares claves incluyen preparar los sistemas de salud pública para estos sucesos y que debemos promover sociedades más saludables e integradas a través de políticas integrales y con desarrollo social, al igual que el ejercicio de ciudadanía y de la responsabilidad social, han demostrado un baluarte en términos de legítima defensa.


¿Cómo hacemos para estar todos a salvo? ¿De quién depende?
En el documental del director Tom Shadyac, “Yo soy” deja en claro que salvarnos, depende de “mi”. De ese yo que se constituye en vos, luego en otros para ser un nosotros más voluble, visible y expansivo; imparable y con la misma energía potencial del infinitesimal virus.
En estos tiempos de incertezas la maquinaria social nos ha empeñado en hacernos creer que la solución mágica siempre viene de afuera, que es necesario tener enemigos visibles, que hay que dudar de cualquier verdad y que debemos protegernos cubriendo con manto de sospechas las esperanzas que surgen de cualquiera de los esfuerzos colectivos, intentando con vileza convencer de que involucrarse no vale la pena.


Y está claro que sí lo vale, la historia que escribimos hoy con nuestros aciertos y desaciertos así lo demuestra. Para muestra, un botón.
La etnóloga Germaine Tillion (1907-2008), cautiva en campos de concentración durante el holocausto, nos alumbra con sus principios éticos de intransigente integridad.
“Estoy convencida de que no existe un pueblo que pueda librarse de un desastre moral colectivo” reconociendo la debilidad y sometimiento ideológico de los criminales captores de su tiempo.
Asistir o no al fracaso moral catastrófico supone que nos salvemos solos o todos juntos. Y estar todos a salvo o no, no depende de “la pandemia”, depende de mí, de vos, de nosotros. E insisto: con la misma energía potencial de un virus infinitesimal.