Misterios y aspectos desconocidos de la Estancia Jesuítica de Santa Catalina (Parte III)
Toda esta área, inexplorada hasta la fecha, es un sitio arqueológico que guarda los secretos de los primeros tiempos de la orden jesuita.

Muro perimetral del primer casco (luego transformado en ranchería) a la izquierda y muro del casco definitivo a la derecha. (Siglos XVII y XVIII respectivamente)
Por: Sergio A. Tissera, Martín M. González, Ronald Baudat Arellano, Alejandro Giorgio y German Adinolfi (Fundación CIEU – Centro de Investigación Espeleológico Urbano).
Ruinas relevadas
Un relevamiento hecho en las ruinas nos permitió llegar a las siguientes conclusiones:
La iglesia era de una nave, orientada en su eje largo en sentido noreste a sudoeste, con su ingreso por el noreste y una sacristía en el lateral sudeste.
En su extremo sur, detrás de lo que fue el presbiterio, estaba la casa de los padres. Todos estos recintos tuvieron bóvedas para cerrar sus techos.
Con el tiempo, las bóvedas se desplomaron, pero quedan las pilastras (columnas) que le servían de sostén.
La primera construcción fue de tapia (barro apisonado) y adobes asentados en barro, una construcción poco sólida pero rápida para poder tener el imprescindible recinto sagrado de la orden.
En un segundo tiempo constructivo, se reforzaron los muros con otros paralelos hechos de piedras asentadas en barro en la parte externa, y se levantan en lo interno de la nave las pilastras de calicanto y ladrillo, ya una mampostería muy sólida que podía soportar una bóveda que reemplazó el primer techo, seguramente de tirantes de madera.

Las medidas del edificio
Las dimensiones de la nave eran de 22,65 metros de largo por 4,60 metros de ancho (Unas 26,5 varas por 5,5 varas según las medidas usadas en la época).
La sacristía constaba de dos recintos: una antesacristía y la sacristía propiamente dicha, ambas cuadrangulares, una a continuación de la otra y de 6,4 metros por 5,5 metros (6,5 x 5,5 varas) cada uno de estos recintos.
La altura de los muros superaba en algunos tramos los 4 metros y debemos tener en cuenta que se ha derrumbado parte de ellos, mientras que el piso original esta soterrado.
Cuando se construyó la ranchería (mientras aquí estuvo la iglesia y casa de los padres, la primera ranchería seguramente se conformaba de ranchos de tapia y techos de paja en las inmediaciones), se cerró el ingreso a la vieja iglesia con piedras y ladrillos asentados en barro, materiales que se emplearon para el resto de la ranchería y se abrió una abertura en el fondo del presbiterio comunicando la construcción con otra contigua de tapia que debió ser la original casa de los padres.

Valor inestimable
Estas ruinas tienen un valor inestimable, por ser la única ranchería que queda en pie de las Estancias Jesuíticas de Córdoba (Aparte de ésta, sólo sobrevivieron al paso del tiempo una parte de la ranchería de La Candelaria, mientras que las de Alta Gracia y Jesús María desaparecieron completamente).
Y como valor agregado contener -a nuestro entender- las ruinas de la primera iglesia jesuítica y otras dependencias que conformaban el casco de esta reducción.
Toda esta área, inexplorada hasta la fecha, es un sitio arqueológico que guarda los secretos de los primeros tiempos de la orden y de la vida cotidiana de los esclavos; estos últimos, quienes con su esfuerzo y trabajo hicieron grande a la Compañía de Jesús y fueron injustamente olvidados por la historia.
Le debemos a esa historia un rescate de este sector de la Estancia Santa Catalina, único entre todas las estancias Jesuíticas de Córdoba.