
Vista de la nave de la primera Iglesia
Por: Sergio A. Tissera, Martín M. González, Ronald Baudat Arellano, Alejandro Giorgio y German Adinolfi (Fundación CIEU – Centro de Investigación Espeleológico Urbano).
La primera iglesia
Cuando los jesuitas adquieren la estancia de Santa Catalina, en 1622; pronto expanden sus dominios y observan que aguas abajo del río Simpis (Actual Río Santa Catalina) existe una mejor topografía para el cultivo, embalsar el agua y construir molinos y acequias para el riego.
Así que los religiosos comienzan a construir un nuevo asentamiento a una legua al este del casco, en el sitio donde hoy está la actual Estancia Santa Catalina.
Este nuevo casco tiene la forma y distribución típica de las haciendas jesuíticas: Una serie de habitaciones en claustro con una capilla en uno de los laterales.
Mientras, la ranchería debió ser para ese tiempo un conjunto de ranchos de barro y techo de paja.
Dentro de estas primitivas construcciones de mediados del siglo XVII estaba la primera iglesia, que debió servir al oficio religioso hasta arribar al siglo XVIII donde se terminan la mayor parte de las actuales construcciones que hoy conforman la estancia tal cual la conocemos, incluida la nueva iglesia.



Antigüedad en debate
Calixto Núñez de la Torre, historiógrafo de Santa Catalina, quien recopiló y analizó toda la documentación a la que pudo acceder en el siglo pasado; deduce que la actual Iglesia estaba terminada para 1690.
En contradicción con otros prestigiosos estudiosos de la arquitectura colonial en nuestro país, como Kronfuss y Buschiazzo; que sostenían que la iglesia se construyó durante el siglo XVIII, presenta un documento de un pleito.
La controversia se dio entre La Compañía de Jesús y el Obispo de turno en la Córdoba de 1700 (Obispo Mercadillo), donde le prohíbe a los jesuitas dar los sacramentos a los indios, negros y españoles de la campaña, mandando éste a cerrar las puertas de acceso público a las iglesias de las Estancias Jesuíticas.



Y en el caso de Santa Catalina, se describe como se hizo «bajar las campanas de las torres de la iglesia», lo que nos dice que para el año 1700, la actual iglesia estaba terminada, al menos la mayor parte.
Al darle más antigüedad a la iglesia, De la torre, también niega que haya existido otra iglesia anterior a la actual, a diferencia de Kronfuss y Buschiazzo.
Dos templos, una pregunta
Hemos consultado algunas cartas anuas que mencionan que para 1754 aún se estaba terminando los detalles ornamentales de la iglesia actual, razón por la que -deducimos- que no hacía mucho se había terminado su fábrica.
Entonces, ¿la iglesia que mandó cerrar Mercadillo no era la actual?. En cualquiera de los dos casos, ya sea que la iglesia que está en pie es del siglo XVIII o fines del XVII; necesariamente debió existir algún recinto para el culto de los primeros 50 años que le siguieron al traslado del casco de esta estancia desde el Bajo de Olmos al nuevo sitio.



(Siglos XVII y XVIII respectivamente)
Y es ese recinto el que pensamos que ocupó el lugar de las ruinas que vamos a mencionar en este apartado.
Construir más de una iglesia, la segunda de mayor envergadura que la primera, es una situación que ya se ha visto en otras estancias, por ejemplo, en Alta Gracia.
Cuando los jesuitas arribaron a esas tierras usaron para el culto la capilla que había erigido Juan Nieto, el primer propietario de la Estancia.
Mientras, los padres construyeron su propia capilla donde, luego, funcionó el obraje. Terminada la capilla del obraje, trasladaron el culto allí para, paso seguido, comenzar la construcción de la actual iglesia, en apariencia en el mismo sitio de la capilla de Nieto.
Volviendo a Santa Catalina, cuando se termina de construir el nuevo claustro e Iglesia -que es lo que vemos, hoy, en pie como el casco de estancia- las primeras construcciones pasaron a conformar la ranchería de los esclavos y se desacraliza la vieja iglesia y su edificio es destinado, entonces, a los telares.



Por ello, en los inventarios de los bienes jesuíticos, levantados tras su expulsión; la ranchería de Santa Catalina es la única, de todas las estancias jesuíticas de nuestra provincia, que presenta unos cuartos «con bóveda»).
El nuevo casco de estancia, con la nueva iglesia, casa y obrajes, quedó delimitado por una muralla perimetral. Dentro de esta, otra construcción también de bóveda, daba cobijo a las «negras solteras», separadas del resto de los esclavos.
Fuera del perímetro, como dijimos, quedó la ranchería organizada en cuadro con su propio muro perimetral, en donde queda inmersa la construcción de lo que fue la primera iglesia en un lateral.