
Por: Sergio A. Tissera, Martín M. González, Ronald Baudat Arellano, Alejandro Giorgio y Germán Adinolfi (Fundación CIEU – Centro de Investigación Espeleológico Urbano).
Uno de los argumentos esgrimidos, por quienes niegan la existencia de túneles en las Estancias jesuíticas, radica en la falta de documentación sobre ellos.
No hay mención de ellos en los antiguos inventarios de sus bienes inmuebles, ni figuran en los distintos planos. Pero, tampoco hay mención de sótanos y criptas en estos y otros edificios coloniales y, sin embargo, están.
La ausencia de recintos subterráneos en un inventario o plano, no es argumento suficiente para negar su existencia. Los propios jesuitas, en su plano de la manzana de la Compañía de Jesús, atribuido al hermano Forcada en 1748, no hacen constar sus espacios bajo tierra.
Un ejemplo indiscutible son las bóvedas subterráneas de la Calle Duarte Quirós sobre los que nadie puede negar su existencia. Y estamos hablando de simples despensas, imaginemos que ocurre entonces con “otros lugares secretos”.
También, afirma Kronfuss, que cuando levantó los planos de la Estancia jesuítica de Santa Catalina (1918), inspeccionó todo lo que estaba a su alcance sin encontrar nada. Claro está, que no se dedicó a realizar excavaciones ni prospecciones.



Pregunta de punto de partida
Siempre nos hemos preguntado, sin hablar de túneles, sino con un planteo más humilde: ¿Cómo es posible que las Estancias Jesuíticas no tengan siquiera algunos sótanos para almacenar ciertos alimentos?.
En Jesús María, Alta Gracia, Caroya y en Santa Catalina (exceptuando en esta última una sala semi subterránea conocida como el sótano de la lechería), los expertos arquitectos jesuitas, que hicieron construcciones subterráneas en varios lugares y con múltiples motivos, no hicieron nada de esto en Córdoba. Obviamente que nosotros pensamos que los sitios subterráneos están.
Los lugares comunes (baños) tenían un sofisticado sistema hidráulico con acequias subterráneas y ni siquiera esto se ha encontrado en Santa Catalina, que obviamente deben existir, si sus estancias hermanas de Alta Gracia y Jesús María los tienen y eran de menor importancia.



Aparición fortuita
Y quiso la suerte que en un patio de la Estancia de Santa Catalina, donde funcionaba una huerta de los Jesuitas, se hundiera el suelo al aparcar un vehículo de mediano porte. Y paso seguido apareciera una bóveda de ladrillos en cañón corrido, que rápidamente fue sellada.
No podemos hacer conclusiones sobre esta bóveda, ya que no nos permitieron ingresar para su estudio (ni se comunicó el hallazgo a Patrimonio).
Se trata, ya sea de un sótano (estaría en la zona de lo que pudo ser la cocina de la orden jesuita), cámara o pasadizo vaya a saber hacia donde, de un espacio subterráneo fuera de todos los relevamientos efectuados hasta el momento.
Su importancia, radica en que da la certeza sobre construcciones bajo tierra que aún no se han descubierto. Y esto lo hacemos extensivo a otros edificios jesuíticos.



En el interior de la Iglesia, donde la tradición hace salir una galería subterránea “de escape” que se extendería varios kilómetros en dirección hacia la estancia jesuítica de Jesús María; existe una curiosa sala abovedada anexa a la nave lateral derecha.
Esta pequeña sala a la que pudimos ingresar, tiene un ventanuco tapiado que daba a la huerta y otra abertura enfrentada a la de ingreso, también tapiada. Aquí hay varios aspectos singulares, para no emplear el término «extraño».
El piso de esta sala es de tierra a diferencia del resto de las habitaciones que están a los costados de la nave de la iglesia.
Un marco de puerta que da acceso al «túnel» según la tradición, se encuentra sellado con un muro de ladrillos coloniales pero asentados con un mortero moderno. ¿Cuándo y por qué se selló?.



Se supone que detrás existen una serie de habitaciones contiguas una a las otras, pero habría un espacio «muerto» entre esta sala en cuestión y la 1º habitación que le sigue. ¿Espacio para una escalera de descenso a la mítica galería subterránea?. No nos permitieron relevar esta área de la casa.
El acceso a esta sala abovedada también ha sido cerrado parcialmente, dejando una especie de ventanita en la que se ha colocado un cajón de madera que refieren los guías del sitio era usado para guardar cuadros.
Por una pequeña puerta de madera se accede a este cajón por el que hay que deslizarse gateando si se quiere entrar a la sala abovedada. Esto le ha dado el nombre a este recinto de «sala del porta cuadro».
Si bien no se nos permitió relevar las habitaciones que corren al costado de la nave, en continuación con la sala abovedada, pudimos acceder a la última de ellas. Se trata de otra sala abovedada que está bajo la torre derecha de la iglesia a la cual se ingresa por el cementerio (Situado al costado de la Iglesia).



Llaman a este recinto los propietarios de la estancia «la sala de los angelitos» y es otro de los puntos relacionados con el túnel. Y curiosamente su piso retumba y suena «hueco» a la percusión, como si debajo existiera una cavidad. Y debería estar pasando por aquí el túnel si el mismo nace de la “sala del porta cuadro” señalada más arriba.
La Estancia Santa Catalina, a diferencia de sus hermanas, las otras Estancias Jesuíticas, es propiedad privada; por lo que nunca se realizó un trabajo arqueológico para dilucidar los secretos que pudiera esconder.
Como no es posible investigar en esta estancia, que es privada y con múltiples propietarios jamás de acuerdo entre todos; relevamos el río, donde los lugareños mencionaban la existencia de una de las salidas de este túnel.