

Hay argentinos y argentinas que se convirtieron en un símbolo y su sólo nombre nos remite a una situación de impunidad que se acabó después de su trágica muerte.
La mención de María Soledad Morales, o de Omar Carrasco nos remite al fin del caudillismo provincial, por un lado, y al final del servicio militar obligatorio, por otro, porque se trató de casos que marcaron un antes y un después en la historia.
Y lo mismo puede aplicársele al reportero gráfico José Luis Cabezas, de cuyo fatídico asesinato, se cumplieron 25 años en estos días.
Hasta su crimen, cualquier muerte de un profesional de la comunicación se había dado en contextos de gobiernos militares y a sus ejecuciones las había ordenado (y ocultado o disfrazado) el Estado.
A fines de la década de 1990, no había costumbre en Argentina de que un privado contratase los servicios de sicarios para acabar con la vida de alguien.
Cabezas se había hecho famoso por haber revelado el rostro de Alfredo Yabrán, un empresario controvertido y cuestionado que intentaba quedarse con la concesión del Correo Argentino.


Un año antes de que Cabezas apareciese asesinado, la foto de tapa de la revista Noticias mostraba a Yabrán caminando por una playa con una tranquilidad que nunca más volvió a tener.
“Sacarme una foto a mí es como pegarme un balazo en la frente”, le supo decir Yabrán a Mariano Grondona.
Y a esa afrenta, demostró la investigación judicial, Cabezas la pagó con su propia vida.
Gracias a él y la foto reveladora, supimos que se libraba en nuestro país una guerra de empresas y de grupos económicos que usaban métodos cuasi mafiosos para asegurarse beneficios.
Cabezas sigue siendo símbolo de compromiso con la verdad y coraje sin medir consecuencias.