La noche de los museos: el peligro de un placebo para instituciones en crisis


Por: Carlos Alfredo Ferreyra Bertone 1
Desde hace unos años, diversos organismos culturales y académicos vienen organizando, las llamadas “Noche de los Museos”, un momento muy promocionado que abre las puertas de museos, institutos, inmuebles de interés, galerías, etc. a la curiosidad del más variopinto público, realizando propuestas vanguardistas, prometedoras y comprometidas en horarios poco convencionales: desde el anochecer hasta la madrugada, miles de personas se movilizan para tener una experiencia novedosa en espacios conocidos o por conocer.
Durante las semanas previas esas actividades se coordinan y promocionan de manera masiva llegando a numerosos sectores sociales, algunos de los cuales no tienen la costumbre de visitar museos en sus horarios y formas tradicionales.
Los museos se preparan durante meses, y muchos de ellos, carentes de recursos de todo tipo pero gestionados por trabajadores y directivos que los aman, logran por unos días recibir la atención de autoridades y empresas que desean mostrarse como benefactores de los museos. Y luego, pasada la “Noche de los Museos” se desmoviliza al público, se aleja el interés de las autoridades y se vuelve a la vida institucional anodina, precaria y de subsistencia en que están muchos museos de todas las jurisdicciones.
Deseamos reflexionar sobre como un evento particular que podría transformarse en escaparate para visibilizar los grandes problemas que tienen los museos e instituciones culturales (en 2020 potenciado por la pandemia de Covid) sea usado exclusivamente para generar espectáculos y entretenimientos pasajeros que, si bien acercan nuevos públicos, no generan una reflexión y una militancia cultural crítica que nos ayude a sumar voluntades para presionar por las mejoras necesarias, imprescindibles y oportunas que tenemos en estas instituciones.
La “Noche de los Museos”, per sé, no ayuda a despertar el interés por nuestras instituciones. La “Noche de los Museos” transformada en un espectáculo y centrada en sí misma, con su propia lógica de campo, no va a mejorar nuestras condiciones. Y pasada la velada volveremos a languidecer hasta dos meses antes de la próxima, luchando en condiciones muchas veces precarias, cuando no miserables, para sostener entidades que, con el éxito de “La Noche de los Museos” no despiertan ningún interés, sino, solamente para “La Noche de los Museos”.


No quiero con estas reflexiones críticas poner en duda la capacidad y el compromiso de quienes organizan y promueven las veladas, sólo quiero llamar la atención en que no podemos pensar sólo en “La Noche de los Museos” (de hecho, los museos nacionales de Jesús María y de Sinsacate que dirijo, se han sumado a ella). Lo que intento decir es que sólo la programación anual, el compromiso social, la presencia activa en la sociedad y en el territorio (real y virtual), el trabajo coordinado con las entidades comunitarias y los trabajos en red con otras instituciones hermanas, es lo único que puede llevarnos a la verdadera visibilización: estar presente en la opinión pública de manera permanente, articulando consensos y promoviendo valores y debates que sólo en los museos se pueden dar.
Rachel Cohn dijo que “Se convierte en juego aquello que carece de significado”, y si sólo pensamos en un gran espectáculo anual para nuestros museos, sólo lograremos ser juguete de quienes deberían apoyarnos todo el año.
Durante los años ’90 del siglo pasado y los primeros de este siglo XXI, se vivió el fenómeno del “Museo Espectáculo”, cuando los museos buscaban exclusivamente competir con otras formas de entretenimiento y ganar públicos y masividades para destacarse y competir entre ellos. El modelo del “Museo Espectáculo” (aún vigente, desgraciadamente) generó que muchos museos asumieran como propias las lógicas del mercado y de los mass media, olvidando muchas veces su función social, científica y cultural para pasarse –directamente y sin ambages- a buscar en la masificación la justificación de su existencia.
En un artículo de Eve Museografía se cita al teórico Iñaki Díaz Balerdi, diciendo: “La espectacularidad era un fácil y agradecido reclamo, al permitir un eficaz deslumbramiento del público ante arquitectural impactantes, tesoros sorprendentes o parafernalias multimedia capaces de introducir en la modernidad al más rústico […]. Además, contribuía a aumentar los índices de frecuencia de las visitas, a engrosar en la estadística de asistencia, asunto de capital importancia en una sociedad economicista que reduce casi todas sus valoraciones a la prueba del balance contable y la rentabilidad”.


Parafraseando a Sabatté Navarro y Gort Riera 2, el mencionado artículo dice: “Puede ser un error entrar en la dinámica de organización de acciones aisladas que no tienen continuidad y cuyo impacto a largo plazo es mínimo. El museo debe crear su marca propia, su Identidad, concentrando sus esfuerzos en la organización de eventos que los haga visibles entre el resto de la oferta cultural. El esfuerzo y la inversión de recursos del museo deben servir para estrechar vínculos con la comunidad; si no lo hacen así, se malgastará energía, tiempo, ilusión y dinero”.
No se trata acá de abrir una falsa dicotomía entre el museo tradicional y el nuevo museo, ya que el “Museo Espectáculo” no es un nuevo museo, fue y es, un llamado desesperado de atención mal encarado y peor articulado, sentado sobre las bases de la masificación y la mercantilización.
Lo que trato de decir en este artículo es que debemos gestionar todo el año, abrirnos a las nuevas ideas, articular permanentemente con la sociedad y no buscar en la “Noche de los Museos” una tabla de salvación, porque el año que no se pueda participar de la velada, el museo que sólo piensa en ella, quedará totalmente ausente y oscurecido.
Mi colega Juan Ignacio Muñoz, director del Museo Nacional “José A. Terry” de Tilcara (Jujuy), nos dice: “Si queremos que la comunidad considere los museos como instituciones esenciales en este momento, tal vez debemos comenzar por salir al encuentro de algunos de aquellos grupos que han sufrido en mayor medida el impacto de la pandemia: niños y niñas, adultos mayores, trabajadores informales, personas que luchan contra el virus o que perdieron familiares, víctimas de la creciente violencia de género durante el confinamiento, excluidos del sistema educativo por no tener recursos tecnológicos o conectividad. ¿Están algunos de estos grupos entre los destinatarios principales de nuestras propuestas o vamos a abrir solo para que vuelvan los seguidores de siempre? ¿Vamos a trabajar en una redistribución equitativa del capital cultural o vamos a seguir profundizando la brecha?”
Gestionar permanentemente nos va a permitir visibilizar a nuestros museos y a nuestros problemas, colocándonos en la esfera de discusión pública, también nos va a permitir elevar nuestra autoestima y superar los déficit y precariedades con las que convivimos diariamente y que -desgraciadamente- vamos naturalizando.
La llamada “Noche de los Museos” debe ser un evento más, que forme parte de un conjunto de actividades programas para salir de la anomia, y no una actividad para las estadísticas.
Justamente Borja-Villel y Blasco Vallés, desde los grandes museos europeos, nos invitan a pensar y repensar la relación de nuestros museos con sus públicos y con las actividades que desarrollamos, evitando el puro espectáculo .
Entendemos que es el sentido de la evolución de la historia y que los museos no pueden quedar anclados a paradigmas de los siglos XIX y XX, pero el puro eventismo y el puro sensacionalismo espectacular no nos va a ayudar a visibilizarnos, o lo hará de manera histérica e intermitente.
Como nos dice la rosarina Alejandra Gabriela Panozzo Zenere 3: “… el museo-espectáculo en sus interiores abandona la transmisión de saberes presentados en una única exposición anual de piezas representativas del acervo por exposiciones temporales –con objetos museales propios o de otras colecciones– que se organizan y anuncian como grandes espectáculos culturales para el público masivo. Es decir, se invoca al exhibicionismo de la macroexposición (…) De esta manera el museo posmoderno se perfila como un espacio híbrido, mitad feria de atracciones y mitad grandes almacenes, que se instala completamente en las lógicas de los museos a fines del siglo XX y principios del siglo XXI.”
Entonces, participemos activamente en la “Noche de los Museos”, pero evitemos que sea un simple placebo para nuestros problemas, y que lo espectacular, sea parte de la solución y no del problema.
1 Carlos Alfredo Ferreyra Bertone es Licenciado en Historia por la UNC, Máster en Museología por la Universidad de Valladolid (España) y Diplomado en Gestión Cultural, Patrimonio y Turismo (Instituto Ortega y Gasset). Actualmente es Director por concurso de la Estancia de Jesús María-Museo Jesuítico Nacional y del Museo Nacional de la Posta de Sinsacate y es docente de la Universidad Nacional de La Rioja y de la Universidad Provincial de Córdoba.
2 SABATÉ NAVARRO y GORT RIERA: Museo y Comunidad. Un museo para todos los públicos; Ediciones TREA, 2012.
3 Panozzo, A. (2015). “El museo, un hecho comunicacional de disciplinamiento”. Revista Luciérnaga/ Comunicación. Año 7, N° 14. Facultad de Comunicación Audiovisual- Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid-PCJIC & Facultad de Ciencias de la Comunicación – Universidad Autónoma de San Luis Potosí-UASLP. México. Págs. 64-77.