

Por: Diego Almada (Médico pediatra. MP. 26466)
Paco Maglio* definió a la medicina como una confianza que se encuentra con una consciencia y que, para su ejercicio, la integridad es una virtud necesaria y excluyente. La virtud de esa integridad es responder con fidelidad a esa confianza.
Si la dimensión humana de la confianza comienza cultivándola en uno mismo, deberíamos preguntarnos cómo fue que dejamos de hacerlo y cómo reconstruirla, si anida el temor en el vínculo, en esa construcción que nos constituye en quienes somos, a partir de otros.
La sabiduría de Paquito* nos enseña que nuestra profesión merece ser reconocida con dignidad y ejercida con ética. Ortega y Gasset se preguntaría también por las circunstancias.
Decía Escardó, hace más de 30 años y adelantándose a nuestra realidad, “No abandonemos nuestro espacio, en un mundo donde se han roto las redes de confianza, es importante reimponer la creencia en el otro”.


Cambios profundos
El contexto actual es esquizoide, la cultura conspira contra la integridad de los vínculos de confianza, del que no escapa, la relación médico-paciente-familia-sociedad.
El mercantilista cortoplacismo y el bombardeo informativo-mediático, exige respuestas inmediatas.
El tiempo se hizo líquido, fluye y transforma las certidumbres en volatilidad.
Hemos infantilizado la verdad, la hicimos fantástica, como un libro de aventura con final abierto, para que imaginemos la realidad en un amplio espectro, de utopía a distopía sin reparos, como la virtualidad. La mentira dejó de ser enana, le crecieron las patas y se disfrazó de cripto-verdad.


¿Qué nos pasó? ¿habremos dejado de hacer lo que queremos y nos constituye en este contexto?
Nuestra realidad fluye con la misma viscosidad del tiempo, sin espacio, entre el oropel de los aplausos y la ley Nicolás.
Cargamos como Atlas el devastado sistema de salud sobre los hombros; el estigma de la verdad hegemónica y anacrónica del saber médico, la falsa ilusión del poder (que se reproduce porque nunca se agota); la falacia heroica del mandato social o la herida narcisista que implica desaprender prácticas inculcadas tales como la responsabilidad patológica y la maníaca culpa de no ser el “googledoc”, de todas las respuestas.
Así, es el fantasma del error que esmerila el compromiso, por temor a la impiadosa demanda y juzgamiento social y nos deja paralizados. No hay músculo que no se encuentre afectado.


Reconstrucción minuciosa
¿Y los pacientes? Padecen sin eufemismos, valga la redundancia, la misma realidad y se focalizan solo, en los resultados. Devenidos en autómatas, acuciados por la urgencia en qué y en quién creer y con innegociable atemporalidad, tiene que ser mágicamente, ¡ya!.
Es que el fantasma de la enfermedad y la muerte acecha, pero inexorablemente no se acepta, al igual que la señalada realidad.
Unamuno sentenciaba: “un paciente es alguien que sufre, ama y sueña” y yo agregaría, al igual que vos, piensa, interpela y juzga.
¿Cómo recuperamos entonces, la confianza? Volvamos al faro.


Paquito nos invitaría a concentrarnos en el aquí y ahora, en el respeto de la escucha y del diálogo, para encontrar una salida.
En ese “escuchatorio” hay que tener siempre presente “el silencio y la palabra”, ésta que es mitad de quien la dice y mitad de quien la escucha, según Moliere.
Entonces las elijamos bien; las defendamos con ética y dignidad, eso requiere consciencia plena y empática. Porque “la narrativa gravita en las representaciones del paciente” y va a anidar y desarrollarse en el fuero íntimo de su subjetividad.
Necesariamente, tenemos que volver a abrevar de la esencia de los valores y virtudes, conociendo para que, desde don-de lo hago, lo solicito, lo receto, lo recomiendo y reconociendo la otredad; en cada accionar.
Defendamos con convicción que el conocimiento se construye como las certidumbres, desde las contradicciones, pero que ambos existen y son absolutamente éticos y necesarios.
Aceptemos que nuestra profesión es más arte que ciencia, más “medeos”, esa actitud de una persona que cuida a otra, que “tekné”.


Que el verdadero poder es circular y se cimenta en la armonía de la confianza y la simetría del vínculo parte del conocimiento y del reconocimiento, que circula con libertad.
Y honremos siempre, nuestra elección.
“Medicus: vivir bonus, plena humanitas, medendi peritus” Barcia 1875. (Buena Persona, plena de humanidad y perita en el arte de curar).
* Francisco “Paco” Maglio en Los Pacientes Me Enseñan.