

Difícil saber si J. K. Rowling pudo anticipar el fenómeno que lograría al escribir la saga del mago Harry Potter y la de su enemigo íntimo Lord Voldemort.
Expiraba el siglo XX, las redes sociales no habían aparecido, tampoco los teléfonos móviles inteligentes, y lejos estábamos de anticipar el fenómeno de comunicación al instante que ofrecería la tecnología.
Harry siempre fue un héroe incorrecto. En primer lugar, no era musculoso sino todo lo contrario, tenía una discapacidad visual de importancia (sólo ver lo que le pasaba cuando por accidente perdía sus lentes), y ni siquiera sabía que tenía poderes y talentos especiales.
Pero, además, era un héroe poco afecto a cumplir leyes y mandatos y, mucho menos, dentro de la escuela a la que concurría.


La licenciada en Letras Luciana Trocello valora, también, que la mejor amiga de Harry, Hermione Granger, sea una figura femenina disruptiva de ciertos estereotipos y, por eso, es capaz de generar empatía.
Y pondera la figura de Albus Dumbledore, el jefe supremo de los magos, porque es súper sabio y súper viejo, dos cualidades que no son comunes en los relatos pensados para infancias o juventudes.
De hecho, los adultos mayores de hoy en general son poco legitimados y reconocidos.
Para muchísimos niños y jóvenes, leer a Harry Potter fue la puerta de entrada a un mundo de letras que ocuparon otras “fantasías”, pero que en muchos casos derivaron en literatura clásica y en un interés sin vuelta atrás por la lectura.
Podría ser, claramente, un gancho exquisito en el ámbito escolar donde resulta cada vez más complejo despertar el entusiasmo lector.
Un hermoso artículo de las periodistas Mariana Otero y Juliana Rodríguez en La Voz del Interior se explaya sobre estas consideraciones.