20/03/2023

Golpes mortales a la sutileza de la expresión

Menos palabras y menos verbos conjugados es menos habilidad para expresar emociones y menos posibilidad de elaborar un pensamiento.

Desde hace tiempo, me persigue una idea: que el incremento de la violencia deriva, en parte, de la incapacidad de entendernos y que esa falta de entendimiento, a su vez, es producto del empobrecimiento del lenguaje.

En la red social Twitter, un hilo de esta semana -atribuido a Christophe Clavé- me hizo ver que mi idea no era tan original y que, por el contrario, se viene estudiando desde hace tiempo.

“La desaparición progresiva de los tiempos (subjuntivo, pasado simple, imperfecto, formas compuestas del futuro, participa pasado) da lugar a un pensamiento presente, limitado al momento, incapaz de proyecciones en el tiempo”, comienza diciendo el hilo.

Y continúa: “La generalización del tuteamiento, la desaparición de las mayúsculas y la puntuación son golpes mortales a la sutileza de la expresión. Menos palabras y menos verbos conjugados es menos habilidad para expresar emociones y menos posibilidad de elaborar un pensamiento”.

Desconozco a qué estudios se refiere, pero el texto de Clavé asegura que se ha demostrado que parte de la violencia en la esfera pública y privada proviene directamente de la incapacidad de poner palabras sobre las emociones.

“Sin palabras para construir un razonamiento, el pensamiento complejo querido por Edgar Morin se ve obstaculizado, hecho imposible. Cuanto más pobre es el lenguaje, menos pensamiento existe”, añade.

La publicación le reconoce el mérito a autores como George Orwell o Ray Bradbury que relataron cómo las dictaduras de todas las obediencias obstaculizaban el pensamiento al reducir y retorcer el número y el significado de sus palabras.

Textos como 1984 o Farenheit 451 son reveladores sobre eso y se adelantaron a nuestro tiempo con predicciones asombrosas.

Recomendación general

Clavé es licenciado en Ciencias de la Universidad de Paris y profesor de Gestión y Estrategia, además de empresario consultor, y concluye su texto con una recomendación: “Queridos padres y maestros: demos a hablar, leer y escribir a nuestros hijos, a nuestros estudiantes. Enseñar y practicar el idioma en sus formas más diferentes. Aunque parezca complicado. Especialmente si es complicado. Porque en ese esfuerzo está la libertad. Quienes afirman la necesidad de simplificar la ortografía, descontar el idioma de sus ‘fallas’, abolir los géneros, los tiempos, los matices, todo lo que crea complejidad, son los verdaderos artífices del empobrecimiento de la mente humana”.

Estamos a tiempo de revertir esta incapacidad de proyectarnos al futuro porque, vía simplificación del lenguaje, solo logramos limitarnos al presente y sin pensamientos complejos.

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