
El amor debe ser como el café. A veces fuerte, a veces dulce, a veces solo y otras, acompañado. Pero nunca debe estar frío.
Anónimo
Por: Juan Manuel García Escalada (Docente, Psicólogo Social, Sexólogo Social)
Muchos años después de vivir en metrópolis -la mirada sobre la ciudad a la hora de la siesta y desde un café- aparecían mágicos los silencios de las calles y el sonido casi desértico sin sus movimientos en Jesús María.
Y no hay lugar más exacto para esa mirada que caminar o hacerlo desde los ventanales de una cafetería.
Las grandes ciudades tienen “oasis”. Son las pausas de las múltiples cafeterías que existen. Éstas me habían acompañado a estudiar para preparar las materias durante muchas noches, en el murmullo de una ciudad silenciosa que se reflejaba en los pocos comensales que en esas horas se transformaban en ambulantes nocturnos.
Transcurrían las noches en las distintas estaciones del año y el amanecer posterior coronaba la estadía allí, con un café con leche y medialunas saladas o tostadas.
El aroma del café fluía suave, transparente, pero permanente y perenne en esos lugares de encuentros de gente que se dirigían a alguna parte en sus vidas.
Salí de flâneurse (“vagar” libremente) desde mis pensamientos en esta época de distancias que impone la pandemia.
Y cuando me senté en mi escritorio y a través del ventanal (que me muestra las sierras del oeste) con mi cortado-machiatto a disfrutar (realizado con una pequeña máquina espresso) comencé a recordar historias hasta el presente sobre el café.



Una infusión con mucha historia
Todo rito iniciático viene de “base” y lo demuestra un hecho aparentemente fortuito. Parece que participaron unos animales que masticaban un fruto cuyas hojas, hasta ese entonces, se las hervía como infusión para beber. Pero ese rito del mundo animal fue imitado por el hombre y se transformó en lo que se conoce como Café.
Según la historia, tiene muchos años. Alrededor del 300 en lo que es hoy Etiopía. En esa África discriminada y explotada, pero que fue el puntapié hasta en el arte-imitado con otros términos. Si rascas al hombre encontraréis el color negro. Todos venimos de allí.
Nos preguntamos siempre por qué algo se llama de tal modo. Bueno, el término Café proviene del árabe Qahwa (Estimulante) y pasó al turco Kahveh que hacía referencia al fruto. Y como siempre una cosa lleva a la otra, la primera cafetería sería en Constantinopla, allá por 1475.
Pero en lo popular siempre hay alguien que se lo apropia y de inicio nomás. Los que degustaban café eran sólo diplomáticos e intelectuales. Recién cuando llega a Europa con la aparición de las cafeterías en 1645 se hace accesible al público. (Aún está en Venecia (Italia), desde 1720 con la arquitectura de antaño, Florián).



Otros fueron más allá, empezaron a mirar con inquietud esas reuniones “cafeteriles”, pues desde el poder se pensaba que se podía usar, esos encuentros, para fomentar la oposición al gobierno, y discutir injusticias. Como vemos nada nuevo cuando la mirada del poderoso (temeroso) se acerca al debate democrático.
Y como para no ser menos, las iglesias también tenían sus recelos. Se bautizó al Café como “Taza del Diablo”. Y para los sacerdotes católicos era la “amarga invención de satanás” y por ende no podía ser sino: Pecaminoso.
Pero de resultas que no se puede opinar sin conocer, entonces el Papa Clemente VIII, probó y declaró: “Esta bebida del diablo es tan deliciosa…deberíamos engañar al diablo… bautizándola”. Me doy permisos y se los quito a los demás. Características del egoísmo.
Siempre se niega el placer a las mayorías. El simple placer de una vida digna para todes. Creo que esos son los verdaderos pecados, negar un buen vivir.



Vuelvo al café y al presente. Se han multiplicado los espacios para compartir un café. ¿Una salida económica? ¿Una moda? ¿Un lugar de terapias mínimas, para alejar miedos con la mirada y la palabra del otro/a? ¿Aprendiendo a dialogar? ¿Un mundo cabe en un café?
Son espacios para cuando se va creciendo en años y se buscan necesidades de determinados amparos en lo cotidiano. No hay reemplazo con otros espacios. Lugares de ir y venir constante, pero que siempre se revisitan. Y de historias también.
Hay linajes y distintivos en el café. Linaje del tiempo como el Bar “La Vieja Terminal” (Tucumán 640) al comando de Víctor Angelini, con su hermano (ya fallecido) Carlos Raúl formaban una dupla de los antiguos cafeteros de antaño, que tiene una característica (lo distinto): El tiempo de servir, el “tirado del café” y la sabiduría de entender al cliente.
Por la historia del lugar, que es parte de la historia de la ciudad de Jesús María tras su ventanal, (desde Fermín Rizzi y sus 44 años hasta 1995 con los hermanos Angelini) hablan de 70 años de historia que lo califican para ser tenido en cuenta por la Cultura Municipal como un espacio a ser mantenido, porque sólo se avanza, se crece, mirando hacia atrás: La dialéctica de las cosas del vivir que no se enseñan. Un ícono cultural a ser mantenido. Invertir en cultura es bueno en lo económico.



Bienvenido los nuevos espacios que deberán tener en cuenta primordialmente el “Tirado del café”, ese pequeño arte que hace diferencias verdaderas de sabores y en el lenguaje de encuentros con miradas que no se suplantan por carreteras virtuales. Y podrás decir como ese anónimo: “Te espero con un café, y si vienes trae contigo tu vida. Es que hay tanto de qué hablar. Seré discretísimo”.
Mi pocillo de café, vacío, descansa en mi escritorio.