

Finalizada la edición 56, resulta muy complicado compararla con otras ediciones, especialmente si de analizar entradas vendidas se trata.
La primera impresión, con la frialdad del número final, es que se trató de una muy buena edición que alcanzó a coronar más de 130 mil tickets por boleterías con un contexto absolutamente adverso.
Fue en los números mucho mejor que las ediciones de 2002, 2003, 2006, y 2010 y bastante parecido a las ediciones de 2004, 2005, 2011, 2013 y 2014.
Más difícil resulta compararla a la edición con las taquillas del último quinquenio, sencillamente, porque representan una remontada respecto de la historia anterior del Festival.
En esos cinco años, hay varios récords rotos con dos ediciones por encima de los 160 mil espectadores, dos por encima de 140 mil, y una por encima de los 190 mil espectadores.
Se trata, además, de la época en que la fiesta se reinventó a sí misma y generó nuevos atractivos con el lunes extra que en los números le vienen rindiendo bastante bien.
Huelga aclarar de que se trata de la época prepandemia, razón por la que los 130 mil de este año deberían ser considerados acompañados de otros parámetros.


Un buen programa
En cuanto a la programación general, algunas de las presentaciones merecieron diez felicitado, por su profesionalismo y puesta en escena.
Fueron para destacar los shows de Raly Barrionuevo, Nahuel Pennisi, Jorge Rojas, Ahyre, y Horacio Banegas, entre otros.
Pero también fueron conmovedoras y demostraron su efectividad las actividades dentro del campo de la doma, más allá del campeonato nacional de jineteadas que siempre rinde.
Las tropillas entabladas, el cuadro local de Herencia criolla, las destrezas criollas, y los caballos de paso peruanos son una muestra del potencial como espectáculo que aportan los nobles y mansos caballos.
Otro dato insoslayable: no hubo ni un artista que no le reconociera a Jesús María el coraje de haberse animado y de haberles devuelto a los cantores y músicos ese rencuentro tan necesario con su público después de tanto encierro. Hubo palabras emocionadas y sinceras a lo largo de las 12 noches.


Después de todo, el coronavirus parece haber llegado para quedarse e irá mutando en variantes que ocuparán todas las letras del alfabeto griego en algún momento. Y nuestra vida tiene que seguir, con respeto al otro y autocuidado.
Y eso fue lo que propuso Jesús María 2022: un festival bajo protocolo que habrá que seguir puliendo de ahora en más como si todo arrancase de cero. Si no se cumplió más, fue porque incumplió parte del público.
El gran mérito de esta comisión organizadora fue haberse animado, decirle que sí a una fiesta en el peor de los contextos de contagios por coronavirus, en una insólita e interminable ola de calor, y en un momento en que los bolsillos de los espectadores que habitualmente consumen este festival vienen golpeados por la inflación.