Escuelas de verano
Necesario debate sobre el lugar de la escuela en la pos pandemia.

Por: Juan M. García Escalada (Psicólogo Social, Sexólogo Social y docente).
“¡My God how I deal with this!” (1)
Cambia… Todo cambia. Cambia el tiempo. Cambia la mirada. Cambia la percepción del afuera y de mí, de ti, de los demás también.
¿Y la escuela? ¿Cambia de temporada?
Se transformó en pleno enero-verano en el tema constante-candente. Se adelantaron las clases, sin duda, Escuelas de Verano. No viene mal.
Muchas preguntas hacia ella. Y está bien que así sea. Se dice y se escucha de todo.
No hay nada que trastroque más, que aquel instante donde un “invisible”, imposible de ver y mirar, (a veces con nuestras anteojeras) invada y viole tu normalidad. ¿Cómo puede ser que me cambie mis certidumbres?
Se pensaba y se vivía con tenerlo todo a su medida y armoniosamente. O “fríamente calculado”, decía el Chapulín Colorado, ¿recuerdan?
¿Y el futuro dónde quedó?

Tan desvalorizado está el estudio, que quienes se rasgan las vestiduras por la falta de clases presenciales y la supuesta pérdida del conocimiento se permite escuchar a una persona (que plantea la vuelta a clases ya), que fue alta funcionaria de un gobierno, que ante la respuesta de “los infectólogos dicen”, ella respondió: “Que me importa si saben”. Carajo, qué respuesta. Ya no se puede discutir nada, de nada. Y esa mirada actual es la que circula, donde la estupidez se enseñorea de manera plácida y por todos los rincones sociales.
Y eso, sí infecta los debates acerca de la escuela- futuro.
Y como siempre hay que buscar un culpable, la respuesta es: Los docentes.

Cada cosa en su lugar
Se ha trabajado durante todo el año 2020. Con dificultades, es cierto (por los abismos sociales instalados), pero los niños-jóvenes han sido acompañados. La escuela no es el hogar de los niños- jóvenes: es el espacio donde van a hacer sus primeras experiencias sociales. No confundamos.
Y cada hogar es el responsable de la respuesta que deben darse como propia familia. Hay que interesarse en ser verdaderos padres y comprender que si bien la lucha por el trabajo y el sustento lleva mucho esfuerzo sobre todo para los que menos tienen. (Recuerdan: No es fácil ser pobre, todo cuesta demasiado caro). Pero si hacemos un alto en la vorágine de esta sociedad de velocidad y consumo y se comprende que nadie se salva solo, deberemos integrar el trabajo entre escuela, docente, padres y Estado para llevar adelante programas reales de aprendizaje en el delicado equilibrio de todas las responsabilidades competentes.
Los docentes siempre han querido y quieren y seguirán queriendo estar en el aula con los niños-jóvenes.
Pero ante esta situación se cabalga sobre la perdida de año. Mi dios, que hago con esto (1):
Nada se pierde. No hay metas sino en la mirada productivista de una sociedad que se ha transformado en clasista, racista, xenófoba. Solo hay vida por vivir.

Fuera de discusión
Y en estos tiempos dónde la vida se ha extendido en muchos años más por los adelantos científicos- técnicos, no hay un modo único de vivir la vida y cada quien elegirá la que más le convenga. Eso sí, no hay discusión: el conocimiento en los seres humanos y la posibilidad de acceder a ello es imperioso, necesario y permite seguir desarrollándose.
Porque Conocimiento, Trabajo y Amor son las tres patas de esa mesa que se ha de servir cada día de nuestras vidas hasta nuestra muerte. Pero los tiempos no son únicos. Lo que se necesita es la posibilidad de llegar a ello. Algo que las sociedades actuales impiden con cada vez miradas más retrogradas de los sectores más poderosos, más elitistas, pensando en que somos muchos en el planeta. Es cierto somos muchos y no es bueno. Ejemplo: Cuando se quiere llevar adelante una educación seria sobre la importancia de la educación sobre las sexualidades para que se tenga los hijos que se quieran y se puedan criar, los sectores, como siempre más conservadores, los que se quejan de los vagos; se oponen.

El verdadero lugar de la escuela
¿La Escuela? Tiene que cambiar. Sí o sí. No hay alternativa. Esta escuela actual está caduca. No sirve a las generaciones futuras. No permite a los docentes llevar a cabo la educación que se necesita. Porque ellos son los que viven el día a día en las aulas, en el medio social donde se inserta la escuela. No se necesitan tutelas jerarquizadas, pero sí tutelas que acompañen desde un Estado responsable, actualizado y sin programas de escritorios a la distancia. Que haya escuelas del Estado y privadas. Pero nunca que la educación sea un negocio más, sólo para los que pueden.
Una escuela no se inmiscuye en la vida familiar, por lo que ésta no puede hacerlo en la escuela. Se deben respetar. Porque si bien las instituciones están en crisis (y deberán modificar sus estructuras de construcción social) hay un principio de autoridad que se debe respetar. Y la escuela merece el respeto por todo lo que ella significa en la realidad social y la construcción de los futuros ciudadanos.
Voy a Imaginar… Si me lo permiten. ¿Educar para qué?
Para que las generaciones futuras trabajen para vivir, en lugar de vivir para trabajar.
Que no sean manejadas-programadas por una computadora.
Que no se crea que a los pobres les gusta serlo.
Que los políticos dejen de pensar en la mentira-promesa.
Que la comida no sea una mercancía.
Que haya el derecho a una comunicación plena de las tecnologías, son derechos humanos.
Que la educación sea para todes.
Que no se use la libertad para mentir y que la justicia se reivindique.
Que se enseñe a Amar a la naturaleza porque somos parte de ella.
Que desaparezca la industria militar.
Que al ser humano se le enseñe a respetarse y conocerse a sí mismo, para que no dañe su vida ni la de los demás.
Que se cultiven las almas de todes.
Esa base permitirá a los niños-jóvenes elegir los caminos futuros-profesionales a seguir, con confianza y seguridad en ellos mismos.
Y por último: Que se respeten a los docentes y reciban un sueldo digno, porque sino este año, con escuela o sin escuela, no podemos enseñar desde la miseria.
No es creíble para nadie, menos para los educandos: Te lo dicen de frente. Comencemos a dejar de vivir con la mentira y la hipocresía como algo natural.