¡Es la política, estúpido!
El hecho de que algunos partidos políticos hayan querido apropiarse de la verdad, la memoria y la justicia no hizo más que seguir abriendo la grieta.

Ilustración de Pablo Bernasconi @pablobernasconi73
En reiteradas ocasiones desde este espacio hemos descripto este momento de “posmodernidad” en el que pareciera que existe una verdad por cada ser pensante del planeta.
Por más que sea una verdad inequívoca que si junto una naranja con otra naranja tendré dos naranjas, en este tiempo alguien podría alegar que ésa es una de las tantas verdades a esgrimir.
Y si es cuestionable en el espacio material donde las verdades son evidentes, imaginen lo cuestionable que puede ser una valoración de un tiempo histórico, de una situación vivida, o de cualquier tipo de cuestión del tipo “social” donde el sujeto que investiga muchas veces se investiga a si mismo como objeto.
La conmemoración del 24 de marzo viene siendo cuestionada y sus verdades (que las hay, por cierto) relativizadas, pero no solo por la mirada “posmo” del tema sino por la disputa que han hecho del tema los partidos políticos.

Conviene fijar como verdad indiscutible que el Estado no fue garante de los derechos de la ciudadanía y que, por el contrario, fue uno de los que más vulneró las legislaciones vigentes.
Puso patas para arriba el cumplimiento de la ley y lo hizo a punta de pistola, secuestrando y torturando gente. Incluso, haciéndola desaparecer. Sobre esto, no hay duda.
Para eso fueron los juicios y las condenas que hubo y sigue habiendo.
Nadie puede arrogarse la propiedad de la fecha ni debiera hacerlo, más allá de que algunos partidos políticos hayan hecho más que otros para que la ocasión quede fijada en el almanaque.
Y nuestro enojo con esos que se arrogan la propiedad del 24 de marzo no debiera hacernos relativizar los horrores que propició el mismo Estado que tiene que defendernos. Memoria, Verdad y Justicia por todos.