
El año electoral en curso tendrá su lado abominable, si se considera que volverá el siempre criticable “clientelismo” y que muchas voluntades no elegirán libremente sino que serán cooptadas por lo peor de la dirigencia política.
Pero tampoco podemos caer en el pesimismo de pensar que todo voto se compra y que toda voluntad cede frente a la entrega de un colchón, algunas chapas y ladrillos, o de bolsones alimentarios.
Hay, por fortuna, una buena parte del electorado que piensa y ejerce su derecho al voto (y su deber) conforme a sus expectativas y evaluando si los que lo gobernaron entre 2019 y 2023 lo hicieron bien, regular, o decididamente mal.
Y este editor se atreve a sugerir que, en realidad, la mayoría del electorado se encuentra incluido en ese lote. Incluso, cuando votan algo diferente a nuestras convicciones.
La corrección política nos obliga a repetirnos que cualquiera de las opciones tiene que encuadrarse en la democracia y sus prácticas y principios.
Después de todo, no es la democracia como sistema de vida la culpable de que haya políticos y políticas crápulas y reprochables desde muchos puntos de vista.
Y tampoco es cierto de que la dirigencia sea un reflejo de lo que la sociedad es. Al menos, no es del todo cierto esa hipótesis.



Sería cierto si cualquier persona tuviese la chance de proponerse y ser elegida, cuando la verdad es que logran ser elegidas aquellas personas que militan dentro de un determinado partido político.
O sea que, en realidad, la dirigencia es un reflejo de lo que pasa en los partidos políticos que son un reducto en donde una mínima fracción de la sociedad participa.
Y si los partidos políticos están corroídos por dentro, si persisten en ellos prácticas poco éticas, si no tienen una conexión real con la sociedad a la que deberían representar, no podremos pedir que la dirigencia política sea mejor que eso.
Por fortuna, cada tanto aparecen nuevas figuras, con nuevas ideas, nuevos valores, y ganas de participar de la vida política nacional.
Pero su suerte sigue signada a la de los electores que, una vez más, deberán concurrir a las urnas para decir quién debe gobernarnos en el Municipio, la Provincia, y la Nación.