
Crímenes horrendos como en el Wanda Abigaíl Navarro trajeron como novedad que en nuestra zona hay un submundo donde las drogas, los abusos, y la vida al margen de la ley son moneda corriente.
Con el crimen de Wanda quedó flotando la idea del ajuste de cuentas y del pago a sicarios, algo impensado en una circunscripción judicial que tiene récords estadísticos que avergonzarían al más desprejuiciado.
Pero los recientes procedimientos judiciales revelaron aspectos aún más preocupantes: el hecho de que hay niños que se encuentran inmersos en el mundo de los “transas” y que operan como deliverys de drogas con una frecuencia impensada.
Desde el punto de vista criminal, la situación tiene hasta cierta lógica. Mientras más niños son, más lejos de afrontar un juicio y de la prisión se encuentran.



Pero la problemática tiene que movernos a impedir que eso siga sucediendo. Son niños en contacto con otros niños en contextos educativos.
Qué detendrá que un niño con droga ofrezca dentro de una escuela una dosis a otro niño. Y también cabe que nos preguntemos qué futuro le espera a alguien que a los 12 o 13 años vende drogas.
Algo habremos hecho mal como sociedad si no fuimos capaces de ofrecer a ese segmento un presente, antes que un futuro.
Pero también merece un esfuerzo especial de parte de los tres poderes del Estado en el combate a este problema.
Habrá que mejorar la prevención del delito, crear fuerzas mejor capacitadas y con tecnología adecuada para combatir el crimen, y atacar el corazón de dichas organizaciones criminales.
En la lucha contra el narcotráfico no se puede dudar ni quedarse a mitad de camino. Urge enfrentarlo claramente.