31/03/2023

El horror económico que no vimos

El 1996, Viviane Forrester escribió un ensayo sobre la desaparición del mundo del trabajo tal y como lo conocíamos hasta ese entonces. Su vigencia estremece.

“Vivimos en medio de una falacia descomunal, un mundo desaparecido que se pretende perpetuar mediante políticas artificiales. Un mundo en el que nuestros conceptos del trabajo y por ende del desempleo carecen de contenido y en el cual millones de vidas son destruidas y sus destinos son aniquilados”, describía la ensayista Viviane Forrester en su libro El horror económico.

“Se dice -añadía la escritora francesa- que la extinción del trabajo es apenas coyuntural, cuando, en realidad, por primera vez en la historia, el conjunto de los seres humanos es cada vez menos necesario”.

Aseguran que Forrester trabajó en este texto después del suicidio de su segundo hijo. Había concluido en que una de las razones que lo habían hundido en la depresión fue no haber podido insertarse en el mundo laboral.

Cuando lo escribió, auguraba que las tasas de desempleo, precariedad laboral, y subempleo irían en aumento en los países desarrollados, tras haber constatado de que el trabajo ya no era fuente de riqueza.

Según la tesis de Forrester, el excluido es, básicamente, nuestro desocupado. Sólo que en el presente momento tecnológico, histórico, demográfico, se trata de un desocupado crónico, un trabajador obsoleto que vuelve cada vez menos al mercado.

Hay, quizás en ello, una de las tantas razones que agobian a los jóvenes frente a la inminente vida universitaria.

Se preguntan los candidatos a ingresar a la “Facu” si valdrá la pena estudiar cinco o seis años para tener un título que les permita acceder a un trabajo que, a su vez, les permita una vida digna.

Y así como ellos dudan, la mayoría de los adultos no puede responder con seguridad ni certeza. La sensación general es que, sin título profesional, el acceso al mundo laboral será más difícil y excluyente aún.

Y con la relación de cambio (una moneda nacional que vale cada vez menos frente al mundo) no es extraño que muchos quieran irse a “hacer la diferencia” afuera.

Otra razón para pensar en que la globalización sigue trayendo aparejados más perjuicios que beneficios, que sólo permite que unos pocos se hagan ridículamente millonarios, y que es generadora de desesperanza y tristeza en demasiadas familias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *