

Se puede decir más del coronavirus por sus sorpresas que por sus comportamientos. Porque, como en el juego de la taba, no sabés nunca cómo va a caer.
De una cosa estamos seguros: parece ser bastante más letal en la tercera edad que en otras franjas, pero hubo muchos “abuelos” y “abuelas” que lo transitaron sin necesidad de internación ni auxilio respiratorio.
Y también hubo hipertensos, diabéticos, y personas con obesidad que dieron un test positivo, pero transitaron la enfermedad con escasos síntomas.


Y hubo mucha gente joven y sana que la pasó realmente mal, mientras transitó el Covid-19 por su cuerpo. No pudo ser establecido, hasta hoy, un índice de afectación en función de las edades o de las comorbilidades.
Porque no se trata de una ciencia exacta porque ningún cuerpo es exacto y no todo cuerpo reacciona frente a una agresión con la misma respuesta inmune.
Hubo pacientes a los que el ibuprofeno inhalado, la dexametasona, la ivermectina, y hasta el plasma de recuperados no les hizo ningún efecto, mientras que a otros les salvó la vida o los sacó del peor de los trances.


Desde luego que los antecedentes de salud importan frente al virus como también importa cómo se encuentra nuestro sistema de defensas, pero ni siquiera eso es garantía frente al sars-cov-2.
Lo que vienen diciendo los especialistas y los científicos es que la mejor herramienta que tenemos hoy frente a la enfermedad es la inmunización comunitaria mediante vacuna.
Porque, aunque tampoco produzca una respuesta exacta en todas las personas, está claro que en todas genera los anticuerpos necesarios para hacerle frente y reducirla a niveles de contagio mínimos.