
“Cuanto más conozco al hombre, más quiero a mi perro”
Oscar Wilde
Que otra cosa podría haber expresado el escritor inglés luego de sufrir los avatares de los prejuicios de la tardía sociedad victoriana en la que vivió, en referencia a su homosexualidad.
Casado, con dos hijos, un día decidió irse a vivir con un hombre. No se lo perdonaron. Los epítetos y el maltrato social minaron su espíritu. Llegó la cárcel. Muchos años después en una entrevista a sus hijos, estos hablaron sobre su padre y recordaron a él, con amor, el cariño y la atención que Wilde-padre les había brindado. Saber amar, saber Convivir.
Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde, o sea, Oscar Wilde sintetizado, supo decir: “A veces la gente se pregunta bajo qué tipo de gobierno viviría mejor un artista, y sólo hay una respuesta: en ninguno”.
Un ejemplo de los miles y millones de actos de intolerancia que se llevaron y llevan a cabo en la historia humana.



¿Es difícil la vida? Se encontrarán muchas, o no, respuestas. Pero lo que el ser humano no ha aprendido en su larga historia evolutiva es la convivencia con su semejante. Qué otra cosa es una guerra sino la envidia de lo que el otro tiene y que no es mío y lo deseo para mí. Niños que no han crecido, pero cuánto daño causan.
En esta etapa de capitalismo feroz y venal en el que se vive, se demuestra lo que reluce: es confundir la libertad de decidir y respetar, con la individualización a ultranza y el desmérito del otro/a, y si se lo puedo ignorar y destruir está mejor.
Es esa competencia feroz de tener y tener, sin pensar que no llegamos nada más que al entierro nuestro. Queremos llegar y llegar, pero no sabemos, ni disfrutamos del viaje de la vida. Demasiado ocupados en comparar, odiar y envidiar.
La educación lleva a esos desméritos sociales que terminan en este presente que de un modo u otro no es único, porque en un repaso de historia vemos que el otro/a es a quien hay que destruir, una forma maligna de no observarse y aceptarse en su mundo de miserias y grandezas interiores que los humanos llevamos.
Decía Frankenstein, el famoso personaje-monstruo de Mary Shelley: “Soy malo porque nadie me ama”.



Educación para el amor
No hay realmente una educación de Amor. Sí, de ese amor (mal entendido) romántico que es individualista, egoísta y que no permite llegar a “Ser” a cada uno de los componentes de ese amor. Educar en el Amor a la Vida, al vivir, a lograr la adultez. Ése es el verdadero amor que las escuelas no enseñan y que están abocadas a educar en competencias del tener. Eso ha llevado a esta actual construcción de sociedad de banalidades y glorias y sueños efímeros que se difuminan rápidamente.
Es tiempo donde el conocimiento flota como “something in the air”. Está en la nube como se acostumbre ahora a decir.



Necesitamos otro modo de encarar la tarea educativa. Enseñar a amar es enseñar a Convivir.
Y convivir es guiar, acompañar, respetar. Se han tirado hechos, palabras, agresiones sobre la escuela, sobre todo de los docentes en descalificaciones constantes, pero nadie parece ver que este tiempo más que enseñar a seguir compitiendo en la vana tarea de emprender empresas que nos llevan al final de un cementerio, debemos entender que debemos educar hacia el vivir del buen Convivir. Eso no es perder el tiempo personal y social, es aprender a agregarlo para hacer sociedades mejores.
¿Es que no lo entendemos?
El lugar de los adultos
Nos tendría que preocupar. Que desaprovechemos desde cualquier espacio social, sobre todo el familiar, a pensarnos. Los adultos, que debemos primero ser adultos serios y responsables, para que nuestros hijes vayan a comprender que lo que se debe educar primordialmente es el respeto hacia los demás con sus diferencias. Base fundacional de las relaciones humanas. Ésa es la gran tarea de este momento y no se perderá tiempo como miles de voces desde lo particular y lo general (los medios de comunicación) repiten insistentemente con falsos cuestionamientos.
No es una estúpida frase aquella que cantaban The Beatles: “…All you need is love…”



Estos años de pandemia, que la vida te da una oportunidad de pensarte y repensarte, no debemos desaprovechar en seguir pensando de modos pasados y encaremos la tarea real de educar para amar-convivir, y no se habrá perdido nada de conocimiento. Éste siempre está, pero de nada sirve cuando el ego humano con su ciencia, sigue latente creando viajes interesantes hacia otros mundos, pero como dice la joven Greta Thunberg: “Vivimos en la Tierra. Por qué no la cuidamos invirtiendo en ella que es una manera de invertir en nuestra vida”.
Como siempre esos viajes a los espacios del universo es poner siempre las expectativas en lo otro, en el afuera, y la respuesta siempre está en nosotros, es decir, en la tierra que habitamos.
Decimos de ser valerosos, pero es el Miedo el que anida en las incontables mentes humanas. Ayudemos a descubrir qué hay en nuestro inconsciente personal y social. Tal como lo dijo Sigmund Freud: El inconsciente domina al humano. El planeta sabe qué hacer, nosotros no tenemos claro la idea de lo que va la vida y no sabemos realmente lo que queremos.
“Lloremos, pero seamos adultos”.