

Y de golpe te das cuenta de que llevás el 80 % de tu vida con la misma banda de sonido y que es un flaco de bigote bicolor el líder absoluto de tus preferencias.
Y ese flaco que se llama Carlos Alberto García Moreno, pero al que todos le dicen Charly, acaba de cumplir 70 años de fructífera existencia.
A nadie le resultó extraño que se trate de uno de los pocos íconos nacionales que hoy no nos divide.
No importa si vas a la derecha o cambiás hacia la izquierda, si te gustan las canciones de amor, o te gustan esos raros peinados nuevos.
En su increíble locura y hasta en sus excesos, Charly nos ha mimado con su música excelsa, con melodías que te van a arrancar una lágrima, o te van a encoger el corazón.
Y con una poesía que siempre fue tan directa como metafórica. Charly se nos metió en todos los fogones, imposible no meter tres o cuatro temas de él en cualquier karaoke, incluso si tocás el ukelele vas a querer saberte una de él.


Es un placer que saben compartir padres e hijos, abuelos y nietos. Y el amor a Charly es un amor generoso: nadie quiere guardarse lo que sabe de él, por el contrario lo comparte para que sean muchos más los que accedan al grado de Fan.
No han sido pocos los que, en los extensos festejos por los 70 años de vida, piantaron un lagrimón, mientras se transportaban con la mente al primer recital con él o al último, a ese rincón de la adolescencia/juventud cuando abrazamos la causa García con devoción infinita.
Gracias a mi hermano Santiago Cresta por haber puesto Yendo de la cama al living aquella tarde de 1982 en la calle Catamarca 1151. Lo mejor de mi vida pasó con música de Charly.