

Ya no caben dudas de que el abuso sexual infantil constituye uno de los traumas psíquicos mas intensos y de que sus consecuencias son sumamente destructivas para la estructuración de la personalidad. Algunos autores comparan sus efectos al de un “balazo en el aparato psíquico”.
Desde la práctica profesional percibimos lo grave que resulta para la psiquis de una persona haber sido víctima de abuso sexual. Y los más afectados son los niños y niñas, con sus palabras, sus juegos, sus dibujos y sus cuerpos, quienes nos informan detalladamente lo ocurrido. Solo hay que saber escuchar y mirar. Casi siempre las víctimas cuentan los hechos a través de sus comportamientos, aunque a los adultos nos cueste captar y decodificar estos mensajes.
Pero también están en alto riesgo las infancias carentes de afecto en el ámbito familiar, que pueden inicialmente sentirse halagadas por la atención de la que son objeto, al margen de que este placer con el tiempo acabe produciendo en ellas un profundo sentimiento de culpa.


El secreto es una de las características más importantes del abuso sexual infantil. El abusador manipula el poder y carga a la víctima con la responsabilidad de secreto. El silencio del niño protege no solo al abusador, sino a sí mismo y a la familia.
Otro de los síntomas que presentan los niños que son abusados es el “silencio”. Cuando surge una situación de abuso sexual infantil los niños cambian su conducta de manera abrupta. Es importante leer estos comportamientos en cualquier ámbito en el que participe el niño.
El motivo por el cual no puede hablar “ponerlo en palabras”. Su psiquis atraviesa tal impacto que lo paraliza y le impide expresar qué le sucedió o le sigue sucediendo. Y, en paralelo, la manipulación y abuso de poder que pone en funcionamiento el abusador debilita al niño y lo pone en el lugar de culpable del abuso y más culpable aún si llega a relatar el abuso.


Los sentimientos y las emociones que viven los niños abusados tienen tal entidad que si se pudieran sintetizar en una palabra sería: confusión. Culpa, autorecriminación, ira, afecto y terror se mezclan en la mente del niño en un rompecabezas que no está en condiciones de armar.
En la actualidad, todo asunto en que un niño o adolescente pueda resultar víctima, pasa a ser indiscutiblemente público, puesto que nos involucra a todos como sociedad. De allí también la responsabilidad de los distintos ámbitos institucionales de brindar una intervención adecuada cuando se tiene conocimiento de este tipo de hechos.
De la actitud y el compromiso que asumamos como sociedad ante sospecha de abuso, depende, muchas veces, de que ese abuso cese y que el niño vuelva a sentirse seguro, más allá de la necesaria cooperación interprofesional porque abre el camino a una adecuada intervención institucional.


Como sociedad debemos aceptar el dolor que nos genera saber sobre estos hechos, pero también tenemos que animarnos a una nueva etapa en la que nos impliquemos e intervengamos en la búsqueda de alternativas para restituirles y repararles a las víctimas sus derechos.
Quien tenga conocimiento de un hecho de abuso, debe denunciarlo… y es obligación de que les tomen dicha denuncia.
Extracto de un texto elaborado por las licenciadas en Psicología Cecilia Gutiérrez (MP. 3834), Luciana Peresini (MP.4977), Nancy del Zoppo (MP.6491), y Paula Curto (MP.6090).